Para ser unas elecciones tan relevantes para el futuro de Europa, la política europea ha estado relegada a un segundo plano en la campaña que decidirá la sucesión de Angela Merkel. El debate electoral se ha centrado con mayor intensidad en los asuntos de la agenda doméstica que, en función de quien gobierne tras las elecciones, indicarán si Alemania continúa por la senda transitada en los últimos tres lustros o si tuerce a la izquierda. 

La robustez de la economía de un país y el nivel de vida que disfruta dependen, entre otras cosas, del interés que todo lo relacionado con el dinero suscita entre el electorado cuando elige a quien le va a gobernar. No es extraño, por lo tanto, que los impuestos y la política fiscal hayan ocupado una parte sustancial de los programas electorales y de los debates entre partidos.