Hacer política atenazados por la estanflación
A Sánchez le corresponde ofrecerse a un PP renovado con la finalidad de trabajar por los pactos de Estado que requiere una coyuntura estanflacionista
Son los idus de marzo otra vez. Pedro Sánchez afronta un nuevo episodio en la sucesión de circunstancias portentosas que jalonan el tiempo que lleva en el Gobierno. Y lo hace en un mes cuyo nombre deriva de Marte, el dios romano de la guerra. Tras una pandemia global y el drama humano, económico y social que ha representado, ahora se ve abocado a gestionar el impacto de un conflicto bélico de impredecible desarrollo e incalculables consecuencias. Entre los muchos monstruos que asoman en el horizonte español se entrevé la silueta de uno que no aparecía, al menos con la inminencia actual, desde hace medio siglo: la estanflación.
El término, que combina estancamiento con inflación (crecimiento nulo y espiral ascendente de precios), evoca la crisis del petróleo desatada por la guerra del Yom Kippur en 1973. Sus efectos se hicieron sentir en España hasta bien entrada la década siguiente. El muñidor de los Pactos de la Moncloa de 1977, el vicepresidente económico de Adolfo Suárez, el profesor Enrique Fuentes Quintana, sabía que una economía en crisis era el mayor problema político al que se enfrentaba la incipiente Transición.