Es una narración terrible, pavorosa, nada buena, muy mala para el sector tecnológico. Desde los semiconductores y las redes sociales hasta la computación y la nube… de la más pequeña, a la mayor del mundo. Nadie escapa. Las empresas dejaron evidentes en sus resultados los desafíos que tienen por delante. Los inversores asimilaron la avalancha de malos datos y vendieron.

La mayoría de los nombres tecnológicos más importantes lograron recuperar algo de suelo, impulsado por el comparativamente saludable estado de Apple. Pero el ánimo general sigue siendo sombrío.