La presidenta de Xbox basa en sus raíces la próxima consola de Microsoft
Sarah Bond, relativamente ajena a Microsoft y al gaming cuando la ficharon, lidera la transformación de Xbox, compañía que va a la zaga de Sony y Nintendo
Sarah Bond, entonces vicepresidenta de Xbox, tenía motivos para sentirse optimista cuando acudió a su despacho de Seattle una hora antes de la medianoche del 25 de abril de 2023. Unos 15 meses antes, Microsoft había anunciado que se iba a gastar el equivalente en euros a 69.000 millones de dólares en la compra de Activision Blizzard, creador de Call of duty y Candy crush. La operación sería la mayor adquisición de la historia de los videojuegos (gaming).
Una de las últimas barreras importantes que quedaban la debía levantar la Autoridad de Competencia y Mercados del Reino Unido (CMA), y estaba previsto que el regulador enviara su decisión esa misma noche. Bond y su equipo se habían reunido en una videollamada, en la que el abogado externo de la empresa para el caso anunciaría la decisión de la institución.
En un principio, la CMA había expresado su preocupación. Pero Microsoft hizo algunas concesiones y la CMA redujo su investigación, lo que los observadores y ejecutivos de la empresa consideraron una señal alentadora. El jefe de Bond, Phil Spencer, consejero delegado de Microsoft Gaming, no estuvo presente y optó por respetar su habitual horario de acostarse a las 10:00 de la noche.
El equipo de Microsoft se enteró de que la CMA había rechazado el acuerdo a esa misma hora. En su explicación, la agencia escribió que le preocupaba que la empresa aprovechara los activos de Activision, como Call of duty, para dominar el incipiente mercado de los juegos en la nube. Y añadía que no estaba satisfecha con los planes de Microsoft para garantizar que los juegos de Activision siguieran estando disponibles en las plataformas de la competencia. Varios empleados rompieron a llorar.
Bond consiguió mantener la compostura. «No importa cómo me sienta ahora», recuerda haber pensado. Casi de inmediato, empezó a centrarse en los motivos de la decisión, buscando una alternativa a aceptar la derrota. No había precedentes de que la CMA cambiara de opinión en una situación así, pero Bond, que había sido una estrella en ascenso en Microsoft desde que se incorporó en 2017, tenía que intentarlo.
Se había ofrecido voluntaria para liderar el esfuerzo en la gestión de las aprobaciones regulatorias relacionadas con Activision. Fue una tarea que significó meses de fines de semana estudiando detenidamente hojas de cálculo y documentos normativos con su equipo de fusión, la mayoría de los cuales eran mujeres, y viajando de un lado a otro del Atlántico. Pronto volvió al Reino Unido para intentarlo por última vez.
La estrategia de Bond consistía en satisfacer el deseo de la CMA de cambios estructurales en lugar de limitarse a ofrecer promesas de buen comportamiento. Dijo a la agencia que Microsoft estaba dispuesta a vender algunos derechos de transmisión de sus videojuegos. Esto ayudaría a calmar las preocupaciones de la CMA sin afectar demasiado a lo que Bond consideraba el verdadero premio: una posición importante en el enorme mercado de la telefonía móvil.
A mediados de octubre, la CMA anunció que, efectivamente, revocaría su anterior rechazo, y el director senior de fusiones de la agencia afirmó que los cambios lo convertían en un «acuerdo nuevo y sustancialmente diferente». Para celebrarlo, Bond invitó al equipo de la fusión a brindar con champán en su casa. Dos semanas después, Spencer la ascendió a presidenta de Xbox.
Una mujer entre veteranos
Era un puesto difícil. Microsoft es visto como un gigante en decadencia en la industria de los juegos; la Xbox ocupa un distante tercer puesto en el mercado de las consolas, por detrás de la PlayStation de Sony Group y la Switch de Nintendo. Bond, antigua ejecutiva de T-Mobile US, fue contratada para aplicar su experiencia en telecomunicaciones y negocios de suscripción para sacudir el modelo de negocio tradicional de los juegos, consistente en vender consolas y juegos exclusivos para ellas.
Siete años después de asumir el cargo, todavía puede parecer una recién llegada en un sector cuyos líderes prominentes son a menudo veteranos. Y dada la demografía del sector, una mujer negra que suele llevar tacones de 10 cm es fácil de encasillar como una intrusa.
En una época en la que los juegos de consola de gran éxito cuestan al cambio 70 dólares -y cientos de millones de dólares para su desarrollo-, la acción se ha ido desplazando constantemente hacia los juegos para móviles. El mercado global se ha estancado en los últimos años, y el número de hogares que compran consolas no ha variado mucho en más de una década.
Las empresas se van a mover hacia distintos tipos de juegos y se van a camelar a distintos tipos de jugadores. Según la Entertainment Software Association, la mitad de los jugadores estadounidenses son mujeres y el 25% no son blancos, lo que refleja la demografía del país. «Lo que más me preocupa es el crecimiento del número de jugadores», declaró Bond en una entrevista en marzo.
En su papel de líder del desarrollo de hardware de Xbox y de las relaciones con los editores, Bond se divide entre el fortalecimiento de su negocio tradicional de juegos y la incursión en áreas sin explotar. Ha insinuado la existencia de nuevo hardware Xbox -Spencer ha manifestado en repetidas ocasiones su interés por un posible dispositivo portátil-, al tiempo que la compañía ha empezado a lanzar juegos exclusivos de Xbox en consolas de la competencia y a promover suscripciones similares a Netflix, que no requieren consola alguna.
En teoría, la compra de Activision, con sus populares títulos para Xbox, PlayStation, PC y teléfonos, ayuda a Microsoft en todos estos frentes.
Pero si Bond quiere llevar a cabo esta transformación, primero tendrá que pasar por algunos apuros. Microsoft ya ha recortado más de 2.650 puestos de trabajo en el sector de los juegos este año, y una cuarta parte de los recortes se anunciaron a mediados de septiembre. Estos recortes forman parte de las 11.500 pérdidas de empleo en todo el sector. Según fuentes familiarizadas con el negocio de Xbox, que no quisieron ser citadas por tratarse de asuntos financieros privados, su unidad de juegos está trabajando con unos objetivos de ingresos y beneficios muy exigentes.
Ominosamente, el mercado de los juegos para móviles se ha suavizado significativamente desde que Microsoft decidió comprar Activision. En parte, se debe a los cambios introducidos por Apple en sus políticas de privacidad, que dificultan la captación de nuevos clientes en dispositivos iOS, la mayor fuente de ingresos del sector. El gasto mundial de los consumidores en juegos para móviles cayó un 2% en 2023, hasta 107.300 millones de dólares, el segundo descenso anual consecutivo, según Sensor Tower.
Bond reconoce los vientos en contra, pero insiste en que el mayor riesgo es ser demasiado conservador. «La oportunidad al otro lado es mucho mayor para todos nosotros», afirma. Aun así, casi un año después de cerrar la operación del siglo, el mayor reto de Bond puede ser demostrar que el esfuerzo ha merecido la pena.
«Gran parte de mi educación se basó en inculcarme que era lo bastante buena»
Bond creció rodeada de muchos de los símbolos clásicos del éxito estadounidense. Su padre fue jugador de fútbol americano universitario de primera división y llegó a ser ejecutivo de telecomunicaciones; su madre fue reina de la belleza. Bond fue a un internado británico y a tres universidades de la Ivy League. Pero los Bond eran también una familia negra que habitaba espacios en los que no había mucha gente que se pareciera a ellos. Sus padres, dice, se anticiparon y trataron de contrarrestar los mensajes que sabían que ella recibiría por no pertenecer a ese lugar. «Gran parte de mi educación se basó en inculcarme que era lo bastante buena, porque ellos crecieron en un mundo en el que les repetían una y otra vez que no eran lo bastante buenos», dice.
De niña, a Bond no le faltaba seguridad en sí misma. Su padre, Bruce, organizó una cena para Coretta Scott King. Sarah se las arregló para desaparecer con la invitada de honor en una charla privada, en la que la niña de 8 años dijo a King que de mayor iba a ser presidenta, y luego le dio las gracias a ella y a su difunto marido por haber sentado las bases para que eso sucediera. King llevó a Bond de la mano hasta su padre y la declaró una «joven extraordinaria».
Los padres de Bond se divorciaron, y cuando ella tenía 10 años se trasladó a Inglaterra con su padre, donde él era ejecutivo de British Telecom. Bond iba a un internado durante la semana, pero ella y su padre mantenían su relación jugando a videojuegos los fines de semana. Cuando volvía al colegio, le daba consejos a su padre sobre Super Mario Bros por teléfono. Escuchaba la música de un determinado nivel por el auricular y sabía exactamente cómo explicárselo.
Bond regresó a Nueva Jersey, donde nació, para asistir a la Universidad de Princeton. Destacó en las clases. Al mismo tiempo, tuvo que lidiar con un tipo de racismo que no había experimentado en el extranjero. Un estudiante de su residencia exhibía una bandera confederada en su puerta y hacía constantes comentarios sobre su raza. Le dolió que la rechazaran en uno de los clubes de comida de lujo de la universidad, mientras que a una amiga irlandesa sí la admitieron.
Bond dejó Princeton y se tomó un año sabático -aunque dice que estas experiencias no fueron específicas de Princeton ni la razón por la que se fue- y finalmente se licenció en Económicas por la Universidad de Yale. Comenzó su carrera como analista en McKinsey & Co, donde, según recuerda su padre, pensaba que su voz no tenía el mismo peso que la de sus compañeros y se sentía invisible cuando se reunía con algunos clientes.
Con el tiempo encontró su camino después de impresionar a un ejecutivo de un cliente calculando rápidamente complicados resultados empresariales a partir de una hoja de cálculo. Sin embargo, Bond ha dicho que hubo muchas ocasiones en su carrera anterior a Microsoft en las que recurrió a enviar a colegas blancos, o a hombres, a reuniones en las que pensaba que no la tomarían en serio.
Ascendió en McKinsey antes de marcharse en 2011 a T-Mobile, donde acabaría convirtiéndose en jefa de gabinete de John Legere, su excéntrico consejero delegado, justo cuando estaba transformando la operadora de Seattle, que había pasado de ser un aburrido competidor secundario a un actor legítimo que estaba reconfigurando el funcionamiento de todo el mercado de las telecomunicaciones.
La mayoría de las compañías telefónicas disfrutaron de un auge temporal en los primeros tiempos de los smartphones. Cuando el crecimiento se ralentizó, dice Bond, la gente empezó a hacer la sugerencia poco meditada de que T-Mobile «hiciera lo mismo que Verizon». Legere hizo caso omiso y, en su lugar, se deshizo de prácticas comunes pero enfurecedoras, como dirigir a los clientes hacia contratos inflexibles con tarifas de rescisión punitivas. Fue una estrategia contraintuitiva que impulsó las ventas y generó una rentabilidad de más de cinco veces para los inversores.
Cuando Bond se incorporó a Microsoft, observó una dinámica similar en la industria del videojuego. Las empresas de consolas habían prosperado durante su propia época de crecimiento, pero se habían quedado estancadas en un momento en que los cambiantes hábitos de los clientes exigían cambios imaginativos.
«Observando la industria de los juegos, estaba bastante claro que las cosas que conocíamos no iban a ser suficientes»
Xbox perdía terreno frente a PlayStation, y lo fácil habría sido hacer lo mismo que Sony. Pero cuando Spencer necesitó cubrir el puesto que dejó vacante un ejecutivo de desarrollo de negocio que se jubilaba en 2017, le atrajo la idea de alguien como Bond, que no solo venía de fuera del sector, sino que además tenía experiencia específica en móviles. «Observando la industria de los juegos, estaba bastante claro que las cosas que conocíamos no iban a ser suficientes para llegar a donde queríamos», afirma.
Cuando contrató a Bond, Spencer le advirtió de que el trabajo iba a ser frustrante. Microsoft es una empresa notoriamente difícil para quienes llegan a niveles ejecutivos. Bond iba a sustituir a alguien que llevaba casi dos décadas en Xbox y a reportar a un tipo que llevaba en Microsoft desde que era becario.
Sus colegas dicen que es una persona capaz de crear consenso y que se ganó rápidamente a su equipo. «Nadie puede ver una situación y comprender exactamente lo que está pasando más rápido que Sarah», dice Chris Charla, uno de sus subordinados, que supervisa a los desarrolladores independientes. También recuerda cómo, durante la primera Conferencia de Desarrolladores de Juegos que Bond celebró para Microsoft, aceptó una expedición improvisada de espeleología por los túneles subterráneos de San Francisco, a pesar de que llevaba tacones.
Al principio, los estilos personales de Bond y Spencer chocaron, y los dos buscaron a la jefa de recursos humanos de Microsoft, Kathleen Hogan, para que los asesorara, un paso inusual que Hogan consideró admirable. Bond recuerda que Spencer y otros empleados de Microsoft le dijeron que su tendencia a «sobrepasar los límites» y «no dejar pasar nada» era nueva para ellos. Bond dice que el estilo de comunicación de Spencer, a veces, la dejaba insegura de lo que realmente quería. En un momento dado, pegó una nota adhesiva en su ordenador con algunos consejos sobre cómo interactuar con él. «No me pagan por hacer lo que él dice». «Me pagan por hacer lo que él quiere decir».
Dejando a un lado las cuestiones de química, era inevitable que hubiera tensiones en torno al papel de Bond en Xbox. Spencer la había contratado, después de todo, para obligar a su operación a dar el incómodo paso de ir más allá del dispositivo que existía. Durante las dos o tres últimas generaciones de Xbox, «hemos estado vendiendo consolas a los mismos 200 millones de hogares de todo el mundo», afirma. «Estoy contento de hacerlo. Pero en realidad no está haciendo crecer el negocio».
«Es muy distinto gestionar un efecto de red que maximizar el valor de un juego»
Pocos meses después de que Bond comenzara, Microsoft presentó Game Pass, uno de los principales pilares de su estrategia para llegar a nuevos tipos de jugadores. El servicio de suscripción, que se introdujo con un precio mensual de 10 dólares, daría a los usuarios acceso a una amplia gama de juegos de los propios estudios de Microsoft, así como de editores de juegos con los que tenía acuerdos de colaboración. Con el tiempo, los usuarios tendrían acceso a Game Pass en PC, dispositivos móviles y televisores inteligentes.
Game Pass podía suponer un cambio fundamental en las operaciones y el modelo de negocio de Microsoft. En lugar de buscar los grandes ingresos que se obtienen con el lanzamiento de unos pocos juegos de gran éxito, se centraría en obtener un flujo de ingresos constante de su variada biblioteca de juegos. «Hay una diferencia entre gestionar un efecto de red y maximizar el valor de un solo juego», afirma Bond. Eso significaba asumir el riesgo de socavar el modelo de negocio actual de la empresa, pero, dice, «si no lo hacemos nosotros, lo hará otro».
Game Pass también supuso un importante ajuste para los editores. Para endulzar el trato, Microsoft gasta ahora 1.000 millones de dólares al año en incluir juegos de terceros en el servicio de suscripción. La generosidad ha sido más que suficiente para ganarse a los pequeños editores, a los que ofrece tarifas fijas de millones de dólares por adelantado para incluir sus títulos, junto con una parte de los ingresos por suscripción y la promesa de una exposición que no podrían contar con obtener de otro modo.
El afecto mutuo quedó patente en marzo, durante la Game Developers Conference de este año, cuando Bond acudió a un encuentro en un local de San Francisco conocido por sus pollos y gofres. Conquistar a Bond puede ser muy importante, dado el papel que desempeña a la hora de determinar qué juegos se presentan en las exhibiciones periódicas de Xbox, eventos que pueden convertir a desarrolladores poco conocidos en nombres conocidos. Los editores se disputaban su atención desde el momento en que oían el ruido de sus tacones en el suelo, cuando se paraba a jugar un título sobre cómo abastecer las estanterías de una tienda japonesa y luego a un simulador de agricultura.
Los grandes editores, acostumbrados a generar expectación el día del lanzamiento de sus juegos, se muestran más escépticos, incluso cuando las suscripciones a Game Pass han alcanzado los 34 millones. Strauss Zelnick, consejero delegado de Take-Two Interactive Software, editora de Grand theft auto y NBA 2K, habla muy bien de Bond, calificándola de atenta y cálida, al tiempo que reconoce que «no se le disuadirá» de cumplir los objetivos de Microsoft, aunque no coincidan con los suyos. Take-Two sigue teniendo una presencia limitada en Game Pass; Zelnick dice que no cree que ofrecer grandes juegos en su fecha de lanzamiento «tenga ningún sentido».
Antes de que Microsoft comprara su compañía, el ex consejero delegado de Activision, Bobby Kotick, adoptó una postura similar, diciendo que se oponía a incluir las nuevas versiones de Call of duty en Game Pass el día de su lanzamiento. Pero tras el cierre de la operación, Microsoft anunció que lo incluiría para los clientes que pagaran el nivel más alto del servicio. Más tarde aumentó el precio en tres dólares en previsión del lanzamiento, una de las preocupaciones específicas que la CMA había planteado al rechazar el acuerdo en 2023.
Tarde o temprano, todo ejecutivo de videojuegos inspira la furia del público de los videojuegos, que tiende a sospechar de los motivos de las personas que dirigen la industria. Bond siempre se consideró una jugadora, pero trabajó con Spencer para asegurarse de que presentaba su historia de forma que resonara entre los fans de Xbox. Al trazar estrategias para un discurso de 2019, por ejemplo, ella y Spencer decidieron mencionar su afecto por King's Quest II, el juego de fantasía y aventura de 1985, después de que Spencer confirmara que King's Quest era «legítimo».
«Mi abuela tuvo que enfrentarse al Ku Klux Klan»
Ambos ejecutivos reciben periódicamente oleadas de comentarios airados. Pero como hombre blanco, Spencer se libra del abuso racial y de género que recibe Bond. Como suele hacer cuando se enfrenta a aspectos desagradables de su trabajo, relativiza el vitriolo que recibe en Internet reflexionando sobre lo difíciles que han sido las cosas para otros miembros de su familia: su tío, que aprobó el examen de funcionario, tuvo que trabajar clasificando correo, y su tía fue coronel del ejército cuando las fuerzas armadas aún estaban segregadas (en su casa, Bond tiene una colección de mandos de Xbox, cada uno con el nombre de un miembro de la familia, para no olvidar sus historias). «Mi actitud es que mi abuela tuvo que enfrentarse al Ku Klux Klan», dice. Ha permanecido visible en Internet y no piensa cambiar de actitud.
A medida que Xbox se aleja de su enfoque exclusivo en los juegos de consola, se encuentra más en desacuerdo con un segmento vocal particular de su base de clientes. A principios de este año, Xbox anunció que pondría a disposición de Nintendo Switch o PlayStation versiones de juegos que antes eran exclusivos de Xbox. La medida no debería haber importado a los propios clientes de Xbox, cuyo disfrute de Sea of thieves teóricamente tiene poco que ver con si alguien también puede jugarlo en otro dispositivo.
Pero muchos jugadores parecen pensar que comprar una consola es tomar partido, sobre todo los jugadores de Xbox que se han mantenido fieles a pesar de su tercera posición. Un bloguero de Xbox se refirió al alejamiento de la exclusividad como una «ruptura de la confianza y la credibilidad». A Jez Corden, bloguero de Microsoft para Windows Central, le pareció una bofetada en la cara. «Sony y Nintendo no harían eso», escribió.
Una vez cerrado el acuerdo con Activision, Bond y Spencer empezaron a tomar decisiones financieras aún más difíciles. En enero, la empresa suprimió 1.900 puestos de trabajo. Luego, un martes de mayo por la mañana, Matt Booty, jefe de Xbox Game Studios, dijo que cerraría cuatro estudios de su filial ZeniMax, comprada por Microsoft por 7.500 millones de dólares en 2021. Para las filas ejecutivas de Xbox, los movimientos parecían el tipo de ajuste de cinturón que una empresa en evolución hace para tratar de mantener la eficiencia.
Otros consideraron que Microsoft estaba echando a un lado a sus trabajadores durante un periodo de beneficios desorbitados. Vídeos de YouTube con títulos como «¿Podemos confiar ya en Xbox?» y «Microsoft ha perdido el rumbo» acumularon miles de visitas. El día del anuncio, el codirector ejecutivo del desarrollador independiente de juegos Iron Galaxy Studios publicó una captura de pantalla de un artículo que mostraba que los beneficios de Microsoft habían aumentado un 20% en el trimestre anterior, hasta 21.900 millones de dólares.
La gran mayoría de los beneficios de Microsoft, por supuesto, proceden de partes de su negocio que tienen poco que ver con los juegos. El trabajo de Bond consiste en asegurar al CEO de Microsoft, Satya Nadella, y a la directora financiera, Amy Hood, que los juegos siguen siendo un negocio en crecimiento.
Dos días después del anuncio del cierre de los estudios, Bond acudió por teleconferencia a una reunión del consejo de administración desde una habitación de hotel en San Francisco para presentar un plan que llevaba meses desarrollando. A medida que avanzaba en su presentación, Spencer observaba las caras de los miembros del consejo para calibrar sus reacciones. «Podías ver cómo el consejo comprendía que Xbox podía ser mucho más grande de lo que es hoy», afirma.
Bond abandonó la reunión y se dirigió a la Cumbre Tecnológica de Bloomberg para una entrevista. Oficialmente, su agenda consistía en dar la noticia de que Microsoft iba a presentar una tienda de videojuegos para móviles. La idea era ofrecer a los jugadores un lugar alternativo donde comprar artículos digitales como la moneda Gold Bar de Candy crush, quizá con descuento, dado que Microsoft no tendría que compartir el 30% de los ingresos con las tiendas de aplicaciones móviles.
La tienda era crucial para los planes de Bond para móviles. Pero la posibilidad de utilizar la noticia para cambiar de tema se evaporó rápidamente después de que subiera al escenario con un vestido verde Xbox. Al principio de la entrevista, tropezó con una pregunta sobre los motivos del cierre de Tango Gameworks, uno de los estudios que iban a cerrar. Era difícil ver a Tango como un fracaso: recientemente había publicado el aclamado Hi-Fi rush, un juego de aventuras protagonizado por un aspirante a estrella del rock con un reproductor de música incrustado en el pecho. Bond suspiró y explicó que «el éxito de cada juego y cada estudio es realmente único», para luego lanzar una vaga explicación de los factores que intervienen en el éxito a largo plazo.
Los que buscaban señales de que Microsoft estaba decidida a invertir en juegos de alta calidad no se inmutaron. «Parecía visiblemente agitada, y algunos de sus comentarios no tenían sentido», afirma Destin Legarie, comentarista y estratega de Xbox en la web de entretenimiento IGN. Bond no había tomado las decisiones sobre los estudios que se iban a cerrar, pero para los fans que querían una explicación más satisfactoria, no importaba mucho.
Las vibraciones en torno a Xbox se habían recuperado un poco en julio, cuando Bond invitó a dos periodistas de Bloomberg Businessweek a la misma casa donde había brindado por el acuerdo con Activision. Bond enumeró los logros de su equipo: crecimiento de los juegos en la nube y en PC, críticas muy positivas de los usuarios de Game Pass. Incluso en consolas, la participación alcanzó un máximo histórico este año. Los jugadores que le preocupaba atraer, dijo, están apareciendo: «Está claro que les gusta lo que hacemos. ¿Verdad?
Microsoft ha dicho que los suscriptores de Game Pass gastan un 50% más en juegos que los no suscriptores, y los observadores del sector coinciden en que Bond ha ayudado a sacar a la operación de su pozo. «Xbox siempre ha sido una dama de honor y nunca una novia», afirma Joost van Dreunen, profesor de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York. «Lo sabe y se siente cómoda con ello, pero ha cambiado sus ambiciones, y yo lo atribuiría a la llegada de Sarah Bond, entre otras cosas».
Aun así, Bond también reconoce que está «tomando decisiones ahora con las que vamos a vivir en la próxima década» en un sector en el que muy pocas cosas parecen seguras. En el último trimestre, las descargas mundiales de juegos para móviles cayeron un 6% interanual, el peor periodo desde que se anunció el acuerdo con Activision, según Sensor Tower. Tras una larga carrera como el juego más taquillero en los dispositivos de Apple y Google, Candy crush cayó varios puestos este año. Dos de los equipos móviles de Activision, incluido Call of duty: Warzone mobile, se vieron afectados por los despidos de septiembre. La tienda móvil de Xbox, prevista para julio, se ha retrasado.
En algún momento, Bond también tendrá que tomar decisiones sobre lo que metió a Microsoft en el mundo de los videojuegos. En enero, circularon rumores entre los jugadores de Xbox de que nunca habría una nueva versión de la consola.
Hay motivos para preguntarse si Microsoft querría fabricar otra Xbox. Los fabricantes de consolas no pueden contar con obtener beneficios sólo de las ventas de hardware -Spencer dijo en 2022 que Microsoft pierde entre 100 y 200 dólares por venta-. La compañía también ha recortado sus ambiciones de construir otro hardware, como sus auriculares Hololens y dispositivos móviles.
La nueva Xbox: «El mayor salto técnico jamás visto»
Sin embargo, Bond ha dicho que habrá una nueva Xbox y que la próxima generación de la consola supondrá «el mayor salto técnico que jamás se haya visto». Y luego está el coqueteo con la idea de lanzar un dispositivo de juego portátil. La compañía no se ha comprometido al respecto, aunque Spencer afirma que encargó a Bond la construcción de un futuro de hardware «más diverso» para Microsoft.
Ha aprovechado todas las oportunidades para decir que le encantan los dispositivos portátiles de juego y afirma que la compañía sólo tendría que idear algo diferente a lo que ya hay en el mercado.
Sumergirse en el proyecto plurianual de construir una nueva consola podría crear la idea de que Microsoft retrocede en el modelo para el que contrató a Bond, incluso antes de haber descubierto cómo ganar dinero con su nuevo negocio híbrido de suscripciones y juegos para smartphones.
Pero habla de un dispositivo portátil como otra forma de insertar una experiencia específica de Xbox en la vida de los futuros jugadores, cuyos hábitos aún no se han formado. Para que Xbox tenga éxito, dice, tiene que llegar a los jugadores dondequiera que estén. «Quiero que la gente piense que, seas quien seas, puedes venir a Xbox y encontrar un juego», afirma. «Es para ti».