Las diez verdades que no queremos aceptar de la crisis en España

Políticos, empresarios, trabajadores y ciudadanos en general llevamos más de dos años resistiéndonos a aceptar la realidad de una crisis[…]

Políticos, empresarios, trabajadores y ciudadanos en general llevamos más de dos años resistiéndonos a aceptar la realidad de una crisis para no asumir los verdaderos sacrificios que impone. Y, sin embargo, sólo desde la aceptación de estas verdades y del esfuerzo de todos será posible atisbar una cierta recuperación en nuestro país. Podemos eludir el compromiso que supone reconocerlas, pensando que a nosotros no nos concierne, pero con ello sólo estaremos contribuyendo a dificultar la recuperación. Estas son las diez verdades que es conveniente asumir para propiciar una recuperación en el menor tiempo posible:


1.- Nos quedan tres años de crisis en España. Aprovechamos cualquier mínimo dato para hablar de recuperación económica cuando no es una muestra de ello. Debemos asumir que la crisis seguirá instalada en nuestro país al menos tres años y que éstos exigirán un largo y continuado esfuerzo por parte de todos. Las entidades financieras españolas manejan en sus presupuestos que la concesión de créditos disminuirá durante los próximos cinco años a una cifra constante del 3 por ciento. Por tanto, la posibilidad de que empresas y familias puedan acceder más fácilmente a los créditos no será posible hasta pasado el 2015. En cualquier caso, el coste y la concesión de créditos no volverán a ser nunca como fueron y la posibilidad de endeudamiento será una reliquia del pasado.

2.- No se pueden mantener privilegios de otras épocas. Esta verdad debemos aplicárnosla todos, pero principalmente la clase política, cuya actitud debe ser ejemplarizante para el resto de la sociedad. El mantenimiento de las pensiones vitalicias, cuando se tienen otras formas de ingresos; el uso indiscriminado de vehículos oficiales, y otras ventajas por razón del cargo; la opacidad de las cuentas públicas; la duplicidad de servicios en las distintas administraciones... Los políticos deberán comprender que los entes oficiales no pueden ser campanas de cristal donde se sigue gobernando y legislando sin tomar en cuenta la difícil situación económica.

3.- El esfuerzo debe incluir a todos. También a responsables de bancos y empresas. No tiene ningún sentido que mientras un número creciente de ciudadanos debe sumarse de forma obligatoria al esfuerzo de ver reducidas sus rentas, un privilegiado sector de la población mantenga prácticamente sus hábitos y formas de retribución. El esfuerzo de toda la sociedad también les compromete y les obliga a cambiar de actitud. Ha habido, sin duda, una gran resistencia por parte de un amplio colectivo de ejecutivos empresariales a incorporar la crisis en las decisiones que les afectan personalmente, pero ya resulta inevitable. Esta verdad afecta también a algún aspecto de la estructura sindical, como la de los liberados, que ha de adecuarse en su forma y en su fondo a los tiempos de dificultades.

4.- Debemos recuperar la responsabilidad y el espíritu competitivo. Seguimos creyendo, como consecuencia de una economía con fuerte crecimiento de la demanda, que los productos y servicios que creamos se venden solos y cualquiera que sea su calidad. Ya no hay demanda interna y la externa es muy exigente. Si queremos mantener nuestro puesto de trabajo y propiciar un cierto crecimiento de la economía, debemos esforzarnos en ser profesionales respondiendo a la demanda de la manera más rápida y satisfactoria para quien nos quiere comprar o a quien queremos vender. Eso significa esfuerzo, pero es imprescindible volver a esta actitud que tuvimos en un tiempo pasado. Tenemos que volver a aquel antiguo slogan que colocaba al cliente en el centro de los proyectos empresariales.

5.- Los salarios reales van a bajar. La reforma laboral y la situación económica y empresarial harán que, incluso los afortunados que mantengan su puesto de trabajo, vean descender sus retribuciones. La retribución fija se estancará e incluso bajará un poco, pero además ya no se pondrá contar con la retribución variable en forma de bonus o pagas extraordinarias sobre beneficios. Ello nos impondrá a todos una forma de vida de una mayor prudencia en el consumo, aunque ello sea un handicap para el despegue económico.

6.- Deberemos aportar más al sector público. En forma de impuestos o a través de otras fórmulas, pero el Estado, las administraciones autonómicas y los municipios van a necesitar más recursos, aunque sólo sea para hacer frente a su endeudamiento y por mucho recorte que hagan en el gasto. Ningún político querrá hablar de este esfuerzo en las cercanías de unas elecciones, pero que nadie tenga duda de que quien gobierne no tendrá más remedio que pedir a los ciudadanos un mayor esfuerzo fiscal. Ya nos presionan desde Europa para incrementar el IVA y se extiende una corriente que propone volver a sacar el Impuesto sobre el Patrimonio o aumentar los impuestos sobre los bienes inmuebles... Los ayuntamientos ya están anunciando un incremento de los valores catastrales que conllevara un incremento impositivo.

7.- Los pisos tienen que bajar de precios. Sí y sí. Fueron los bancos y cajas los primeros que extendieron la especie de que la crisis inmobiliaria era transitoria y que se podría esperar un tiempo sin vender los pisos para sacarle más plusvalías en el futuro. La realidad es que el precio de los pisos llegó a niveles injustificables, salvo por lo fácil y barato que era conseguir dinero. Sin dinero en los mercados, los precios de los inmuebles tienen que llegar a valores razonables y probablemente a precios de principios del 2.000. El suelo, cuyo alto precio influyó tanto en el coste de la vivienda, tiene un valor actual próximo a cero. En general, debemos aceptar que los patrimonios familiares, constituidos fundamentalmente por inmuebles y productos financieros, se vean reducidos en un porcentaje importante en estos años de crisis. Admitamos que somos menos ricos.

8.- A España le costará tiempo y esfuerzo recuperar la credibilidad. Podremos volver a ganar el campeonato de Europa de fútbol y el Mundial, pero en el ranking de solvencia y credibilidad permaneceremos todavía durante un tiempo en los puestos de cola europeos. Todo dependerá de nuestra capacidad, con decisión pero sin resignación, de asumir las anteriores verdades y tratas de superarlas.

9.- Nuestra imagen de solvencia depende también de otros países. Nuestra debilidad como claro demandante de recursos financieros en el exterior para hacer frente a las Deudas comprometidas en el pasado y, en menor medida, a nuestras necesidades en el presente, nos hace muy dependientes de la evolución de Grecia, Irlanda, Portugal... El deterioro de nuestra solvencia, como consecuencia de un traspiés de cualquiera de estos países tendrá para nosotros un coste añadido. Pero debemos descontar esa posibilidad sin que ello nos lleve a cometer las mismas decisiones y actitudes erróneas de estos países.

10.- No hay rescate sin quita. Esto es aplicable al caso de Grecia y para cualquier otro país que necesite grandes ayudas financieras para cumplir con sus compromisos. En la actual situación y mientras el dinero de los rescates genere unos intereses que se acumulan a la Deuda existente, no hay otra solución que aceptar una quita, el perdón de una parte de la Deuda. Una quita en el caso de Grecia no tiene por qué perjudicarnos, una vez que se haya producido.

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