Trichet, EE.UU. y S&P: responsables de la "W". ¡Bernanke, sálvanos!
La inestabilidad de los mercados financieros ha provocado un serio parón en la economía sobre la que vuelve a cernirse[…]
La inestabilidad de los mercados financieros ha provocado un serio parón en la economía sobre la que vuelve a cernirse el peligro de otra recesión. Lo vimos en 2008, lo sufrimos en 2010, con los primeros coletazos de la crisis de deuda europea, y volvemos a experimentar esos temores, y muy reavivados, en 2011. La sobra la de la "W" es muy alargada, porque se extiende sobre todo 2012 y más allá. Si los mercados financieros deben agradecerles a las autoridades monetarias y políticas la gloriosa salida de la Gran Recesión, quizás ahora son a ellas a las que deben echarles la culpa por sus remilgos, su exceso de ortodoxia y los espurios intereses políticos de algunos.
Todos los economistas sensatos coinciden en que el Banco Central Europeo ha acertado con la decisión que ha tomado esta último fin de semana: en sólo un par de días, ha conseguido rebajar las primas de riesgo de las deudas italiana y española de manera sustancial. Ha estabilizado al hombre enfermo europeo, aunque sigue ejerciendo su papel de fanático de la austeridad. También valoran muy positivamente que, aunque a muy duras penas, republicanos y demócratas llegaran a un acuerdo para ampliar el techo de deuda.
Pero los economistas coinciden en que ambas soluciones, acertadas y necesarias, se produjeron demasiado tarde. Y el daño en la economía ya está hecho. El virus de la recesión es muy invasivo y se ha extendido por todo el organismo.
En Europa, la inestabilidad en el mercado de deuda ha durado demasiado tiempo, los analistas han detectado un empeoramiento en el interbancario, lo que supone que ha aumentado la desconfianza entre las entidades y que al dinero, la sangre que da vida al sistema, le vuelve a costar mucho circular, por no hablar del parón en las emisiones de deuda.
En Estados Unidos, se aumentó el techo de deuda, pero "in extremis". Tal es así que muchas empresas se prepararon para el peor de los escenarios, es decir, para el de una posible suspensión de pagos. Ahora, tras la pérdida de la matrícula de honor de la deuda americana para una de las agencias de calificación (S&P siempre echando leña al fuego de la inestabilidad) y la posibilidad de que sus dos competidoras, Moody's y Fitch, sigan su mismo camino, se impone la era de los ajustes también para la primera economía del mundo. Las dudas sobre si el ajuste fiscal será por la vía del recorte del gasto o por la vía de los impuestos aviva la parálisis: ¿Qué empresa se atreve a volver a contratar trabajadores si no sabe si el Gobierno va a aumentar la presión fiscal? Y es posible que el modo en que se realice la consolidación presupuestaria en Estados Unidos no se aclare hasta después de las elecciones presidenciales de noviembre del año que viene.
Tampoco hay que subestimar las consecuencias que para el crecimiento económico y para la cohesión social tendría un recorte excesivo del gasto, como advierte el premio Nobel Paul Krugman. Y los efectos bajistas que todos estos factores tienen en la Bolsa conllevan, a su vez, consecuencias en la economía: la confianza y el gasto del consumidor están fuertemente correlacionados con Wall Street. De ahí que cada vez más analistas esperen señales de la Reserva Federal: un nuevo programa de compra de activos podría volver a animar a los activos de riesgo, lo que tendría un efecto balsámico en la confianza. Esperemos que la Reserva Federal no llegue demasiado tarde. Hasta ahora nunca lo ha hecho. Pero las presiones políticas contra la heterodoxia de Ben Bernanke pueden acentuarse.
La torpe y tardía actuación de las autoridades han provocado una huida de los activos de riesgo a la par que una apreciación exagerada de los "refugios". Y ello también tiene consecuencias negativas: los analistas han bajado drásticamente las valoraciones de las empresas suizas por la fuerte apreciación de la divisa del país, que provoca una severa pérdida de competitividad. Y algo parecido puede suceder en Japón. Las exportaciones alemanas muestran que el comercio mundial flaquea. Y el parón en las economías occidentales amenaza a las emergentes.
Mientras, arde Londres y otras ciudades británicas, cuando, hace bien poco, el Comité Olímpico Internacional elogiaba la cohesión social del Reino Unido, en otro clamoroso error de diagnóstico que justifica recortes que ahondan las explosivas fallas sociales. Y, para colmo de males, la sangrienta represión de la revolución siria, que pone en alerta roja al delicado Oriente Próximo, por los lazos del Gobierno del país con Hezbollá, Irán y algunos grupos palestinos, todos ellos enemigos íntimos de Israel. Otro polvorín con peligrosas consecuencias en la economía por la vía del petróleo.