EE.UU. y China: "juegos comerciales", no "guerra comercial"

La historia está aún por escribir, porque ni a Estados Unidos ni a China en realidad les conviene una escalada muy gravosa. Los analistas creen que se puede haber gestado una oportunidad en Asia por los recortes, pero aún es mejor mantener la prudencia. 

La Bolsa china arrancaba el ejercicio al alza, subiendo hasta niveles que no veía desde 2015, pero no se salvó del primer recorte de 2018 por el temor a subidas de tipos más bruscas de lo esperado, y luego sufrió en sus carnes el retroceso provocado por el miedo a una guerra comercial. Este último descenso llevó al CSI-300, el índice que aglutina los títulos de Shanghai y Shenzhen, a perforar los mínimos anuales previos, como también llegó a suceder en Europa y en Wall Street. En los últimos días, todos los indicadores se han alejado de mínimos, han rebotado, ante la confianza que tienen los inversores en que la solución al conflicto comercial será negociada: el presidente chino, Xi Jinping, en su discurso ante el "Davos asiático" el día de ayer mostró su compromiso con el libre comercio y con la apertura de su economía al capital extranjero y se manifestó partidario de la negociación con Estados Unidos; a continuación, el asesor de la Casa Blanca en asuntos comerciales, Peter Navarro, mostró que también en Washington existe ese ánimo negociador. Pero ello no evitó que también ayer China denunciara ante la OMC los aranceles que Trump aprobó sobre las importaciones de metales. Aún no está todo dicho en este conflicto. 

Por eso, no es extraño continuar pensando que China podría ser el país más afectado por la situación si tenemos en cuenta que Donald Trump lo ha convertido en el principal foco de su nueva política comercial proteccionista, con medidas ya sobre la mesa como aranceles sobre importaciones por valor de 50.000 millones de dólares, lo que puede ser sólo un primer paso, según advirtió el propio presidente americano. Y ello debido a que la balanza comercial de EE.UU. con China cada vez es más desfavorable, porque sus importaciones de bienes chinos no han parado de crecer en los últimos años. Aunque, como señala Ludovic Vauthier, co-director de renta variable internacional en Edmond de Rothschild AM, Trump también busca castigar a China por violar los derechos de propiedad intelectual. 

China, antes del mensaje conciliador de Xi Jiping, también ha respondido Estados Unidos con el anuncio de aranceles para una batería productos americanos, y el temor que existe en el mercado es que haya una escalada de medidas que terminen por castigar a la economía mundial, aunque todavía esté pendiente de discernir, como señala Pedro Lacambra, de Ibercaja Gestión, cuánto hay de retórica y cuánto de acción en los que pueden ser los prolegómenos de una guerra comercial, así como su impacto real. 

«¡El riesgo no es sólo para el crecimiento de los mercados emergentes, sino para el crecimiento global! Para muchos exportadores europeos (como los fabricantes de coches alemanes), China supone un importante mercado», comenta Vauthier. Si el gigante asiático se enfría porque sus exportaciones se resienten, lo notaría el resto del mundo. 

Aunque puede que los países más vulnerables a una escalada arancelaria de Estados Unidos contra China fueran los asiáticos que son sus proveedores. Así, Vauthier apunta: «Si China se ralentiza de forma severa, los países exportadores de materias primas, como Indonesia, por ejemplo, también se verán negativamente impactados. Taiwán también está exportando un montón de componentes electrónicos a China y también se vería afectado». Y Corea del Sur, señala Vauthier, puede ser sensible a una ralentización del comercio mundial por el proteccionismo, ya que se trata de una economía exportadora. En general, Pedro Lacambra, de Ibercaja Gestión, comenta que los aranceles sobre China provocarán daños colaterales en las economías asiáticas más abiertas y señala que Taiwan y Corea del Sur serían muy sensibles. 

Homin Lee, de Lombard Odier, añade que los países asiáticos son ahora lo suficientemente resistentes como para absorber la actual tensión entre EE.UU. y China, sobre todo si evitan un 'ojo por ojo' debilitante para ambos.

¿De todas formas hay que escoger economías más cerradas del mundo emergente para protegerse de una guerra comercial? Para Vauthier es una pregunta difícil de responder: «India es considerada como la economía con mayor exposición doméstica, pero también es la más dependiente de los flujos extranjeros. En el peor escenario, se produciría un drenaje de liquidez, por lo que incluso una economía doméstica como India se calentaría. Por tanto, es poco probable encontrar un refugio seguro. Sería una situación de 'perder-perder' para todos». 

¿Parón chino?

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El foco está en China, por su peso en el PIB mundial. ¿Pueden ocasionarle los aranceles un parón que haga a este mercado desaconsejable como lugar en el que invertir y que ello frene a la economía global? 

Thomas Costerg y Dong Chen, economistas de Pictet WM, comentan que los movimientos que se observan de uno y otro lado, en China y EE.UU., parecen responder una estrategia negociadora, como en los años ochenta cuyo fin era fijar cuotas de exportación con Japón. Estos expertos esperan que las amenazas se mantendrán sobre todo a nivel retórico. De «juegos comerciales» habla Ludovic Subran, de Euler Hermes, y no de «guerra comercial». Costerg y Chen confían en que los lobbies corporativos americanos, incluyendo a los grandes exportadores, reaccionen y añaden que China tiene fuertes incentivos para evitar una guerra comercial, dados sus objetivos de política interna para los próximos dos o tres años, incluyendo el desapalancamiento, la limpieza del medio ambiente y el atajo de la burbuja inmobiliaria, beneficiosas a largo plazo, pero que afectan a su crecimiento a corto plazo, para lo que su sector exportador debe proporcionar un efecto amortiguador. A ello Lacambra añade que a Trump no le interesa enfrentarse a las elecciones de mitad de mandato con la bolsa a la baja ni complicar las negociaciones con Corea del Norte, ante las que China es esencial.

Para Subran, hay dos temores relacionados que están recogiendo los activos chinos: por un lado, que las economías china y americana no estén sincronizadas (mientras que la primera está desacelerándose, la segunda se acelera); por otro, que dado que China no tiene mucho margen para responder con aranceles a bienes americanos, puesto que no hay muchos en los que la balanza comercial entre los dos países sea deficitaria para China, se puede prever que las autoridades chinas respondan echando el freno a la liberalización del sector financiero, impidiendo la entrada de capital americano, lo que complicaría las relaciones entre las dos superpotencias y podría provocar una depreciación del yuan de la misma dimensión que hizo temblar al mundo en el verano de 2016. Trump juega con fuego, con toda la estabilidad financiera. 

El mercado también ha podido estar recogiendo en sus peores días el potencial daño que Trump puede hacerle a la economía china. Así, como apuntan Costerg y Chen, «si EE.UU. aplica una tarifa global del 25 por ciento a todas las exportaciones chinas, el impacto sobre China puede ser del 0,5 por ciento de su PIB, con mucho mayor daño en el tiempo a algunas industrias e impacto desestabilizador en las cadenas de suministro». 

Tom Orlik y Fielding Chen, de Bloomberg Economics, han calculado que con las medidas anunciadas por Trump, su PIB en 2020 sería un 0,2 por ciento inferior al previsto sin aranceles. Si EE.UU. impone un arancel del 45 por ciento sobre las importaciones chinas, tal y como alguna vez ha apuntado Trump, entonces el recorte del PIB sería de 0,7 puntos porcentuales, un impacto significativo, pero no desastroso. 

¿Y qué ocurre -se preguntan los expertos de Bloomberg Economics- si EE.UU. eleva los costes generales de importación un 10 por ciento y el resto del mundo toma represalias? Según sus cálculos, el impacto en el PIB chino sería de un 0,5 por ciento, y mayor, de un 0,9 por ciento, en EE.UU.

¿Por qué el impacto sería, en todo caso, modesto? Según Orlik y Chen, porque el comercio ya no es tan esencial para China: su superávit por cuenta corriente en 2007 era de un 10 por ciento sobre el PIB, frente al 2 actual; EE.UU. sólo explica el 20 por ciento de las exportaciones chinas; y dada la participación del país en las cadenas de suministro global, el efecto de los aranceles será disperso, repartido entre sus proveedores. 

Según Wang Hanfeng, del China International Capital Corporation (CICC), en el peor de los escenarios posibles, la dependencia de China del exterior no es ya tan sustancial y hay amplias políticas que se pueden adoptar para impulsar la demanda interna. 

Sin la distorsión de la guerra comercial, como señala Chen, la eliminación de límites al Gobierno chino allana el camino para que Xi Jinping siga como en el poder pasado 2022. Esa consolidación debe ser positiva para la economía, en su opinión, dado que su gestión pasa por reducir los riesgos de la vieja economía y promover la nueva, y también porque seguirá la iniciativa 'Cinturón y Nueva Ruta de la Seda', buena para el conjunto del continente asiático.

¿Reducir o comprar?

¿Cómo están actuando los gestores de renta variable asiática o emergente ante el riesgo de la guerra comercial? Vauthier confiesa que su firma ha reducido ligeramente su exposición a China. Pero sigue confiando en sectores innovadores que dependen de la economía doméstica: internet y el sector sanitario. También le gusta el esfuerzo en desapalancamiento y transparencia del sector financiero, por lo que mantiene posiciones en bancos y aseguradoras. 

Los sectores chinos vulnerables a las tarifas son el software, el transporte, los bienes de consumo duradero, el textil y los semiconductores. Algunas de las empresas serían Cnooc, China Eastern Airlines, Air China, China Southern Airlines, Sinopec, Fosun International, Fuyao Glass, Shenzhou International, Fullshare o ZTE. Según CICC, los valores más domésticos serían opciones para capear la tensión. Según Wang, para ciertos inversores activos, nombres cíclicos de alta calidad podrían dar oportunidades de entrada después de ventas que se podrían producir.

Ignacio Muñoz-Alonso, de Inversis, señala que, pese a que puede haber compañías baratas en China tras la corrección, no está seguro de que vayan a recuperar, porque no se sabe hasta dónde va a llegar la disputa comercial. La estrategia que adoptaría estaría pendiente de la volatilidad: si ésta aumenta, habría que reducir posiciones, mientras que si ésta se va reduciendo, se podría reconstituir la inversión, apostando por sectores ganadores de países ganadores porque puedan sustituir a China en sus exportaciones a EE.UU. No sería partidario de elevar el peso de Asia por encima del nivel que se tenía en enero.

Homin Lee no aconseja deshacer posiciones aún porque confía en que Beijing y Washington terminarán llegando a un acuerdo tras el ruido actual. Añade que si llega a estallar una guerra comercial en toda regla, la selección de países sería irrelevante, puesto que todos perderían: «La reacción de los mercados en la última semana ha dejado esto claro». Por lo tanto, considera que la cuestión clave para los inversores en las peores circunstancias estaría en la diversificación entre activos clave (bonos y acciones) y no en la exposición a mercados nacionales de acciones. 

Lacambra, aunque reconoce el riesgo de cola que supone la cuestión, cree la reciente caída una oportunidad de compra y él, de hecho, está tomando posiciones, en particular, en los sectores más ligados a la demanda doméstica, como seguros, sanidad y tecnología. 

Pero Subran cree que, ante el riesgo de que la disputa comercial pueda llegar al sector financiero, éste no sería un buen momento para comprar. De hecho, cree que si la situación se complica, puede haber una fuga puntual de capitales del país.

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