¿ETF o fondo? Cuándo elegir cuál

Los expertos analizan cuándo conviene pagar por la selección activa de un gestor y cuándo ahorrar en comisiones y optar por un fondo cotizado que replique un índice.

Cuándo conviene optar por replicar al índice con un ETF y cuándo intentar batirlo a través de un fondo de inversión? No en todos los activos es igual de fácil superar al mercado a largo plazo. En un escenario de tipos de interés tan bajo, para Fernando Luque, de Morningstar en España, sí merece la pena pagar por la gestión activa en ciertos segmentos de la renta fija. Lo difícil es el caso de la renta variable.

Morningstar ha realizado una comparativa de la rentabilidad/riesgo de los ETF con respecto a los fondos de su categoría. En la renta variable norteamericana de compañías de gran capitalización, prácticamente el 100 por cien de los ETF de esa categoría, independientemente del estilo «growth» o «value», lo han hecho mejor que el mercado y, por lo tanto, mejor que la media de los fondos de gestión activa. Para Luque, para ganar exposición a este segmento del mercado, optaría por un ETF. Es una opinión que también comparte Aitor Jauregui, responsable de desarrollo de negocio de BlackRock para España, Portugal y Andorra. «En este activo es muy complicado que el gestor bata, de manera consistente, al índice de referencia», sostiene. 

No ocurre lo mismo en la bolsa europea de gran capitalización, donde la media de los fondos lo hace mejor que el índice y apenas un 31 por ciento del patrimonio en ETFs de la categoría bate a la media. Es una disparidad que se acentúa en la renta variable de emergentes, donde el porcentaje baja al 9 por ciento. Pero, eso sí, en muchas categorías el 50 por ciento del patrimonio de los ETF bate a la media. Es, entonces, una cuestión de la madurez del mercado, concluye Luque. Cuanto más desarrollado esté, más conviene la gestión pasiva. 

Por eso, en estrategias de retorno absoluto o renta fija flexible, Jauregui sin duda se decantaría por la gestión activa de un gestor de fondos. En renta fija, sin embargo, apoya una exposición -táctica, eso sí- a ETFs de crédito high yield o de volatilidad mínima, los conocidos como «smart beta» o «factor investing» donde se pondera la calidad crediticia y la protección del patrimonio. Pero, recalca, sería para periodos cortos para jugar momentos concretos del mercado. A largo plazo, también puede ser una posición táctica para un gestor a modo de generar alpha. Además, podría ser una opción para ganar exposición a una visión económica específica o a apuestas más «nicho» de los que no hay fondos de inversión específicos. Por ejemplo, si cree que una subida de tipos en EE.UU. favorecerá al sector financiero y bancario norteamericano, le podría interesar un ETF que cree un índice con ese tipo de valores. 

Al elegir el índice que se busca replicar, Victoria Torre, de Self Bank, aconseja evaluar sus perspectivas. Si no espera que el sector energético vaya a repuntar, no tendría sentido seleccionar un ETF ligado al crudo. Si no tiene claro cuál puede ser la dirección de un sector o mercado, convendría pagar por la gestión activa. «El buen hacer de un gestor puede conseguir que las rentabilidades sean positivas aunque no haya sido un buen año de bolsa», defiende Torre. «La primera decisión es si queremos estar sometidos al riesgo gestor o al riesgo mercado».

Vigilar las comisiones y el horizonte de inversión es fundamental. Aunque la comisión de gestión es más barata en los ETFs, tienen una comisión de compraventa y, posiblemente, unos gastos de custodia. Si se invierte poco dinero -unos 600 euros, por ejemplo- en un ETF a largo plazo, «posiblemente las comisiones se coman una buena parte del beneficio».

Claves

Un ETF quiere replicar el índice. Un fondo, batirlo.

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Un ETF, o fondo cotizado, difiere de un fondo de gestión activa en el hecho de que su precio se actualiza a tiempo real y no diario. Se negocian como si fueran acciones.

En primer lugar, hay que elegir el índice que se quiere replicar y cerciorarse de que concuerde con nuestra perspectiva de mercado.

Es crucial vigilar el precio total y final de invertir en un ETF: la comisión de gestión, de custodia y de intermediación.

El horizonte temporal también importa. A largo plazo, una inversión pequeña en el ETF pierde valor por las comisiones mínimas.

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