Jerome Powell desvelará en Jackson Hole qué hará la Fed con los tipos

La Fed de Kansas invita a discutir sobre los retos a los que ahora se enfrenta la política monetaria. Uno de los más candentes que debería salir en las charlas tendría que ser el de la independencia de los bancos centrales, seriamente amenazada.

La agenda de la reunión de banqueros centrales que todos los finales de agosto tiene lugar en Jackson Hole (Wyoming) es un secreto hasta ultimísima hora. Pero de lo que sí había certeza desde el primer momento era de que el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Jerome Powell, participará y de que en él estarán centradas todas las miradas. 

El banco central estadounidense bajó los tipos de interés en su reunión de julio por primera vez en más de una década, con lo que interrumpió, aún no se sabe si definitivamente, el proceso de normalización del precio del dinero que arrancó en 2016 después de ocho años de una expansión monetaria sin precedentes. Lo que el mercado quiere ahora saber es precisamente eso: si la institución continuará reduciendo el precio del dinero. Y, por supuesto, si, de seguir a la baja los tipos, ello responde a un deterioro severo de las expectativas económicas del organismo para la primera economía del mundo que pueda dar lugar a una recesión. 

En las actas de la última reunión de política monetaria de la Fed, que se hicieron públicas el miércoles, la institución reveló que se barajó la posibilidad de realizar un recorte más agresivo del precio del dinero (de medio punto porcentual, en lugar de un cuartillo), pero, al mismo tiempo, evitó dar la señal de que habrá más recortes de los tipos de interés. Tal es el nivel de incertidumbre. Y también, de la división entre sus miembros sobre qué hacer y por qué. 

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que defiende la fortaleza de la economía estadounidense, está pensando en poner en marcha nuevos estímulos en forma de bajadas de impuestos posiblemente para presentarse a las elecciones del año que viene con un potencial plus de popularidad. Ello hace pensar que el mensaje de Jerome Powell estará lejos de ser complaciente. 

El desafío de la independencia

La introducción de Donald Trump como variable en esta ecuación también hace cuestionarse si en algún momento del encuentro, que se extiende entre hoy y el sábado y que tendrá como hilo conductor el tema de los retos a los que se enfrenta la política monetaria, se hablará sobre la amenaza a la independencia de los bancos centrales. 

El presidente de Estados Unidos, reiteradamente, ha venido cuestionando a Jerome Powell: esta misma semana ha afirmado que él es el gran problema de la economía estadounidense por no haber bajado los tipos de interés más y antes. Trump, además, afirmó que se requiere una bajada del precio del dinero de cien puntos básicos. Los objetivos: que el crecimiento no se frene y que el dólar se deprecie. 

No es descabellado pensar que, a medida que se vaya acercando la fecha de las elecciones, sobre todo si la economía se ralentiza, el presidente Trump pueda aumentar su presión sobre Jerome Powell, a quien incluso pensó en destituir a principios de año. Con ese temor, todos los expresidentes vivos de la Fed, Paul Volcker, Alan Greenspan, Ben Bernanke y Janet Yellen, publicaban una tribuna en The Wall Street Journal en defensa de la preservación de la independencia de la Reserva Federal: "Estamos unidos en la convicción de que a la Fed y a su presidente se les debe permitir actuar con independencia y en el mejor interés de la economía, libre de presiones políticas de corto plazo y, en particular, sin la amenaza de la destitución o la degradación de sus líderes por razones políticas"

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Si la defensa de su independencia es uno de los retos a los que se enfrentan los bancos centrales, ello no obedece únicamente a que pueda llegar a estar en cuestión en Estados Unidos. Éste es un fenómeno global. Por ejemplo, hace un año, la ministra sueca de Finanzas, Magdalena Andersson, propuso el debate respecto a cómo los bancos centrales y los gobiernos deberían coordinarse para dar una respuesta conjunta a la crisis. Bien es verdad que en algunos países el cuestionamiento de la independencia de la política monetaria alcanza cotas más alarmantes: el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, destituía al gobernador del banco central, Murat Çetinkaya, por rechazar las presiones y no bajar los tipos de interés.

Detrás de los criterios técnicos que rigen la actuación de los bancos centrales hay ideología. Quienes defienden que hay que preservar la independencia de estas instituciones arguyen que hay que evitar que actúen al servicio de los intereses partidistas de turno porque ello puede ocasionar daños a su credibilidad y, por tanto, a la estabilidad financiera que requieren sobre todo los países más débiles y más dependientes de la inversión extranjera. 

El reto de los diferentes momentos de la política monetaria

El desafío que explícitamente plantea para su discusión la Fed de Kansas, que es la anfitriona de la reunión, es el de cómo afrontar los diferentes momentos del ciclo en que se encuentran los distintos bancos centrales: mientras hay unos que se están aproximando al punto de la neutralidad en política monetaria (una que ya no dinamiza el crecimiento, pero que tampoco lo daña todavía), otros todavía no han comenzado el proceso de retirada de los estímulos. Y ello, continúa la Fed de Kansas, tiene sus consecuencias en la divergencia existente en los tipos de interés (hay un diferencial de más de 200 puntos básicos entre la rentabilidad del bono americano a diez años y el estadounidense), en los tipos de cambio, en el comercio, en la actividad económica, en los flujos de inversión y en la estabilidad financiera.

Uno de los bancos centrales que aún no ha arrancado con el proceso de normalización de la política monetaria es el de la zona euro. Aunque no se espera la presencia de Mario Draghi en el simposio, que sería el último para él como presidente del Eurobanco, la expectación alrededor de su próxima reunión ordinaria del día 12 de septiembre es máxima. Ello, porque, en las actas de su última reunión, sus miembros se mostraron preocupados por la inflación anémica y la desaceleración económica, y porque el gobernador del Banco de Finlandia, Olli Rehn, se mostró partidario de que el BCE tome medidas de calado que vayan desde bajadas de tipos a reanudación del programa de compra de activos, que no se limite a los bonos y se extienda también a las acciones.

Más estímulos es lo que también estaría a punto de aprobar el Banco Central de Japón, pese a que los tipos de interés allí se encuentran en el -0,10%. No se descarta un recorte de la tasa oficial del dinero, ni bajar el objetivo de rentabilidad del bono a diez años, el aumento de la base monetaria o el incremento de las compras de activos. 

Otro punto de atención estará en el Banco de Inglaterra, al frente del cual el actual gobernador, Mark Carney, prolongará su mandato para dar la mayor certidumbre a los inversores con vistas a la ejecución del Brexit el próximo 31 de octubre. ¿Qué prepara para contrarrestar un eventual shock en los mercados que se produciría ante la posibilidad de un divorcio a las bravas entre el Reino Unido y la zona euro?

Una atención importante se debería prestar también a China. En los desafíos que describe la presentación de esta edición de la reunión de Jackson Hole se deslizan algunos que puede plantear el gigante asiático o su conflicto abierto con Estados Unidos: la guerra de divisas entre el yuan y el dólar; las devaluaciones competitivas en Asia que seguirían a un escenario así; la exportación de deflación por el mundo como consecuencia de la depreciación de las monedas; o fuga de capitales y flujos desordenados de inversiones que podrían tener la capacidad de generar un terremoto financiero.

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