La inversión socialmente responsable, rentable para el medio ambiente, la sociedad y... su bolsillo
Esta estrategia se ha disparado en España en los últimos años, pasando de los 80 millones de euros de activos bajo gestión de 2002 a los 169.359 millones gestionados en 2015.
La inversión con criterios socialmente responsables (ISR) se ha multiplicado en los últimos años. En España, los activos gestionados bajo estas directrices han pasado desde los 80 millones de euros del año 2002 hasta los 169.359 millones de 2015, último año con datos disponibles por parte de Spainsif, la asociación que promueve esta estrategia en España. Si bien, la tendencia se ha acelerado desde 2010 y ha vivido dos importantes impulsos en 2015 con la firma de los nuevos objetivos de desarrollo del milenio (ODM), que son las metas para luchar contra la pobreza promovidas por la ONU; y el acuerdo de París sobre el clima (COP 21), que tiene por objeto luchar contra el calentamiento global.
El impulso es especialmente intenso en este segundo campo, según explica Javier Garayoa, director de Spainsif: «Después de la cumbre de París, el compromiso a nivel global en temas de cambio climático y reducción de emisiones es muy importante y asumido por toda la comunidad financiera». Lo mismo asevera un informe de la gestora Robeco: «La auténtica consagración global de la sostenibilidad quizás pueda decirse que llegó con la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como la 'COP21', celebrada en París en 2015. De ella salió el Acuerdo de París, en el que se retaba al mundo a limitar el calentamiento global a menos de dos grados centígrados sobre los niveles preindustriales. Fue ratificado por 174 países».
Sin embargo, desde esta gestora aseveran que no se trata de una moda pasajera: «La sostenibilidad no puede considerarse en absoluto una moda pasajera. Sus orígenes se remontan a la Iglesia del siglo XVIII, cuando los Cuáqueros establecieron los primeros criterios de exclusión, negándose a invertir en nada que tuviera que ver con el comercio de esclavos. En épocas más recientes, ganó impulso con las primeras leyes sobre igualdad de derechos promulgadas en los años sesenta y con las campañas medioambientales de los setenta. Uno de los casos más trascendentes de aplicación de exclusiones data de la década de 1970, cuando muchas empresas se negaron a invertir en Suráfrica debido a su régimen de apartheid».
Pero, ¿qué es la inversión socialmente responsable? Aunque no existe una definición aceptada a nivel global, con estándares comunes (lo que representa uno de sus principales problemas, según los más críticos) se podría decir que es un tipo de inversión que tiene en cuenta criterios financieros (los clásicos rentabilidad y riesgo, al igual que la inversión tradicional) pero también criterios extra-financieros como los relacionados con la protección del medio ambiente, los problemas sociales y la gobernanza corporativa.
Integrar los criterios ASG
Los expertos tienen diferentes maneras de integrar ambos tipos de criterios a la hora de construir una cartera. La manera más sencilla consiste en excluir los títulos de las empresas que realizan una actividad contraria a los criterios ASG (por ejemplo, negocios muy contaminantes, tabacaleras, fabricantes de armas, etc.). Otro modo de hacerlo es a través de la estrategia «best-in-class», que consiste en apostar por las empresas que (una vez superado el análisis financiero tradicional) obtienen mejores valoraciones en los criterios ASG. Asimismo, las inversiones temáticas constituyen otra modalidad. «Son un tipo de inversiones que se caracterizan por invertir en organizaciones o proyectos de determinados sectores, relacionados con una temática específica, por ejemplo, energía o utilities. En la actualidad, este tipo de inversión está ligada a la ISR, ya que se están desarrollando rápidamente productos de inversión cuya temática es la sostenibilidad», explican desde Spainsif. Otras opciones, entre otras muchas, son integrar los criterios ASG dentro del análisis financiero como un factor más; o el convertirse en accionista de una empresa para tratar de presionar en la Junta para que se aborden los problemas detectados.
Y los inversores particulares, ¿cómo pueden invertir de manera responsable? Lo pueden hacer a través de diferentes vías. Para empezar, pueden apostar por fondos o planes de pensiones que adopten este tipo de estrategias, presentes en la mayor parte de las gestoras. También pueden invertir de manera directa en acciones de empresas que pasen su filtro personal en cuanto a los criterios ASG y, en el caso de la renta fija (la manera más común, con el 62 por ciento del patrimonio gestionado), pueden optar por comprar bonos verdes o bonos sociales (diseñados para financiar proyectos que pretenden conseguir beneficios medioambientales y sociales).
De hecho, España cuenta con importantes actores en el campo de las emisiones de bonos verdes, con Iberdrola a la cabeza; y es el quinto país emisor del mundo, con 5.600 millones de euros, aunque muchos de los compradores de estos títulos proceden de fuera del país.
Y es que, aunque el mercado de la inversión sostenible ha crecido mucho en nuestro país, el segmento del ahorrador particular se ha quedado rezagado. Según los últimos datos disponibles en el informe de Spainsif, la inversión responsable sólo alcanzaba el 2 por ciento en el segmento retail frente al 27 por ciento de Francia, el país más avanzado en este sentido. Estas cifras contrastan con el 47 por ciento de activos gestionados según criterios ISR por parte de las gestoras de activos institucionales en España.
Una de las cosas que podrían explicar este dato es que muchos ahorradores caen en la tentación de pensar que la inclusión de este tipo de criterios puede restar rentabilidad. Pero los expertos explican que más bien sucede lo contrario. «Los aspectos ASG son una buena opción de inversión desde el punto de vista de la rentabilidad y también del impacto en el medio ambiente o la sociedad. Una cosa y otra se complementan y no hay aspectos de rentabilidad que se sacrifiquen. La inversión sostenible hace un análisis adicional de los riesgos. Por lo tanto, ahí hay un componente clarísimo para el ahorrador convencional», dice Garayoa. En relación con esto, Lombard Odier ha realizado un análisis del rendimiento de las compañías durante 7 años y asevera que, cuando una acción baja de categoría según los criterios ASG por culpa de un escándalo, suele perder un promedio de un 3 por ciento en un mes.
Aunque, más allá de eso, en Francia hay otros factores que han ayudado a la promoción de este tipo de inversión. Para empezar, la ley de transición energética, que obliga a las gestoras de fondos a informar sobre cómo integran los criterios ASG. Asimismo, también «es un tema de educación financiera, que requiere tiempo. En Francia, la inversión sostenible está incorporada en la formación hasta niveles preuniversitarios. Y lo llevan haciendo bastantes años. También es un tema de cultura, de sensibilidad, de desarrollo de productos financieros. España es un país en el que el ahorrador ha ido a productos financieros tradicionales como la imposición a plazo fijo», cuenta Garayoa.
En todo caso, los expertos creen que es cuestión de tiempo que este tipo de inversión siga avanzando, dado que la sostenibilidad es un tema que genera gran preocupación entre el segmento de población más joven, los milenials, para quienes los criterios ambientales, sociales y de gobernanza corporativa son una de las principales prioridades de inversión, según Lombard Odier.