Bernanke asegura el "rally" de Navidad

Nos repetimos, pero cada cierto tiempo necesitamos elogiar a la Reserva Federal norteamericana. Especialmente a su presidente, Ben Bernanke, un[…]

Nos repetimos, pero cada cierto tiempo necesitamos elogiar a la Reserva Federal norteamericana. Especialmente a su presidente, Ben Bernanke, un republicano al que odian casi todos sus correligionarios por, con sus estímulos, haber sacado a la economía americana del hoyo coincidiendo con el mandato de un rival y haberle asegurado, de ese modo, su reelección hace apenas un mes. Nos alegramos de que así haya sido. Porque gracias al triunfo de Barack Obama fue posible lo de ayer.

Lo de ayer fue importantísimo. La Reserva Federal norteamericana prometió no subir los tipos de interés (actualmente entre el 0% y un 0,25%) hasta que la tasa de paro no baje al 6,5% (ahora se encuentra en el 7,7%). Además, anunció que continuará con sus compras de activos respaldados por hipotecas a razón de 40.000 millones de dólares mensuales. Y comprará deuda a largo plazo por valor de 45.000 millones de dólares al mes. A esto último destinará 45.000 millones de dólares mensuales. En total, una inyección de 85.000 millones de dólares al mes "sine die", es decir, hasta que Bernanke lo considere oportuno.

Con los republicanos al frente del Gobierno no hubiera sido posible. O Bernanke hubiera dimitido o Romney lo hubiera tenido muy atado en corto hasta la finalización de su mandato que, obviamente, no hubiera renovado. No hay que olvidar que el tea party americano quiere acabar con la Reserva Federal y volver al patrón oro, es decir, matar la política monetaria, uno de los principales instrumentos de los que dispone una economía para enfriarse o para dinamizarse. Además, al "tea party" le repugnan las intervenciones en la economía al estilo Bernanke, es decir, regando la economía con dinero cuando hace falta, como ahora. ¿Para qué sufrir si un banco central tiene la capacidad de imprimir todo el dinero que haga falta para salir de una crisis como ésta?

A Bernanke los estadounidenses le deben que la Gran Recesión no se convirtiera en la segunda Gran Depresión. Las consecuencias de esta crisis han sido terribles en Estados Unidos. Lo siguen siendo. Pero no son nada comparadas con las de los años treinta. Por eso, Bernanke pasará a la historia, estamos convencidos, como la personalidad más clarividente de la crisis. Por méritos propios y por deméritos ajenos, porque los que ha tenido enfrente han sido muy mediocres, sobre todo Jean-Claude Trichet, el antecesor de Mario Draghi en la presidencia del Banco Central Europeo. Este último es más listo, lo malo es que es igual de servil a los mismos intereses que su predecesor.

Nos da envidia tener un banco central como el estadounidense porque sabe reaccionar y anticiparse a los posibles "shocks" con los que pueda toparse la economía, como el "fiscal cliff", el abismo fiscal al que se enfrentará Estados Unidos si republicanos y demócratas no se ponen de acuerdo sobre dónde meter la tijera y qué impuestos subir. Y se habla de abismo fiscal porque si no hay pacto bipartito, se pondrán en marcha unos ajustes automáticos que podrían robarle hasta 600.000 millones de dólares al PIB americano. Bernanke se adelanta a eso o a los efectos que, en cualquier caso, tendrán lugar con los recortes que, indefectiblemente se aplicarán en EE.UU. a partir del año que viene. Porque, al contrario de lo que pueda parecer, Bernanke también quiere que las cuentas americanas se pongan en orden. Pero, como en todo, es una cuestión de cómo de rápido se hace. El presidente de la Fed desea que el proceso sea paulatino y con el apoyo de todos los instrumentos de política monetaria.

Todo esto, como ven, igualito a lo que ocurre en Europa. Y no nos da envidia sólo que la Reserva Federal sepa anticiparse a los problemas. Nos gusta sobre todo que no se fije en la inflación, sino en la tasa de paro para decidir subir los tipos de interés o retirar otros estímulos. Sin duda, lo que hace no es lo ideal. De hecho, está alimentando una máquina que detestamos, pero también le reconocemos el mérito de reducir, aquí y ahora, el sufrimiento de la gente. Su objetivo, insistimos, es reducir el paro. Es su obsesión. Europa, esta Europa, es ejemplo justo de lo contrario.

El Viejo Continente tiene un problema de deuda, el de Estados Unidos no es menor, pero Bernanke sabe que con una moneda débil, su carga se reduce: si se debilita el dólar contra el resto de las divisas, lo que EE.UU. debe al resto del mundo baja en la misma proporción en la que se ha devaluado la moneda. Por eso, pese a los problemas de la zona euro, el tipo de cambio se mantiene en 1,30. Ya lo dicen los clásicos: o las deudas no se pagan o se pagan en moneda devaluada. Y el mejor instrumento para conseguirlo es con políticas monetarias expansivas. Quienes utilicen el argumento contra Bernanke de que sus políticas son inflacionistas, que sepa que la inflación también contribuye a reducir el coste de la deuda. Y, por cierto, esa inflación de la que hablaban, ¿dónde está? El IPC estadounidense sube a razón del 2% interanual. 

Quienes critican al presidente de la Reserva Federal norteamericana pueden no haber caído en la cuenta de que si en los últimos años la Bolsa ha subido ha sido por sus inyecciones de liquidez. Y también deben estar agradecidos porque, con este último reparto de dinero, creemos que asegura el "rally" de fin de año que Silvio Berlusconi había puesto en cuestión con su reaparición en la escena política italiana.

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