Capital riesgo (y emocional)
La implicación con las compañías en cartera trasciende a las frías cuentas de resultados
Cuando a principios de septiembre trascendió que el fondo sueco EQT había alcanzado un acuerdo para hacerse con el portal inmobiliario idealista.com por 1.321 millones de euros, muchos se llevaron las manos a la cabeza. ¿Cómo era posible cerrar la mayor venta de un portal de Internet creado en España en plena pandemia?
Pero donde menos sorprendió es en el entorno de los private equity, porque es precisamente en los momentos más convulsos cuando surgen las mejores oportunidades.
Evidentemente, el coronavirus ha impactado en el sector. Según los datos de ASCRI, la patronal del sector, el volumen de inversión en España alcanzó en la primera mitad del año los 1.464 millones de euros, un 67% menos.
Pinchazo de las grandes operaciones
Pero esta caída se debió al pinchazo de las ‘megadeals’, las grandes operaciones como la de Idealista, pues el total de transacciones cerradas, aunque de menor importe, permaneció prácticamente estable.
Las cifras revelan que los ‘private equity’ han sufrido el problema, como toda la industria, pero están llamados a ser una parte activa de la solución. Tienen dinero y necesitan moverlo, por sus propios inversores pero también para impulsar la creación de empleo y el relanzamiento de la actividad.
Por eso, como cuenta la revista Inversión en su número de esta semana, los fondos de capital privado siguen al pie del cañón, detectando oportunidades, diseñando operaciones y tomando decisiones que serán fundamentales para el tejido industrial. ¿Cómo se gestan estas transacciones? ¿Quién decide los objetivos? ¿Cómo son las agendas de estos ejecutivos?
Las implicaciones emocionales
Inversión ha reconstruido el día a día de un private equity y de qué manera se cocinan sus operaciones. Unas operaciones en las que las implicaciones emocionales con las compañías en cartera trasciende a la fría cuenta de resultados.
A veces es mucho más útil una mirada a los ojos de quien ha levantado la empresa que un ejército de economistas revisando la cuenta de resultados.
Al fin y al cabo, los fondos son inversores y no van a gestionar el día a día de la empresa, por lo que necesitan poner cara al empresario con el que van a invertir su dinero.