El desastre se evitó en el último minuto

El desastre se evitó en el último minuto, pero el peligro sigue estando vivo, y solamente se ha conseguido aplazar la fecha límite.

El desastre se evitó en el último minuto, pero el peligro sigue estando vivo, y solamente se ha conseguido aplazar la fecha límite. Como comenta en un magnífico artículo del FT el economista jefe del HSBC, si todo esto hubiese ocurrido en cualquier otro país, los inversores sencillamente hubiesen respirado después, claro está, de llevarse su dinero fuera de manera apresurada, y el estado en cuestión tendría que enfrentarse con un mayor coste de financiación y con una divisa más débil.

Lo de la divisa más débil sí que ha ocurrido, aunque de manera muy limitada, pero el coste de financiación, y su calificación crediticia sigue siendo la misma. Si se tratara de otro país, las agencias de ratings no hubiesen dudado ni un instante en sacar sus afiladas tijeras de cortar letras para dejar sin una sola "A" a su rating.

Pero no es cualquier estado, se trata de Estados Unidos. Las finanzas del mundo y su sistema económico se encuentran anclados a este país. La referencia del capitalismo y, por tanto, de los mercados está allí y su divisa, el dólar es el único medio de pago aceptado en todos los rincones del planeta, y la divisa de reserva mundial. El sistema financiero del mundo depende de los Estados Unidos de Norteamérica.

Sin embargo, los políticos de este país, senadores y congresistas de Washington, se han permitido acercarse de manera temeraria al terreno del default o impago de la deuda de su país. Han jugado un juego temerario de tremenda irresponsabilidad, que el autor al principio reseñado, lo asemeja con una especie de ruleta rusa financiera. De hecho, en las votaciones finales, algunos miembros del conservador Tea Party, siguieron votando en contra de un acuerdo para extender el techo de deuda que permitía al Gobierno hacer frente al servicio de deuda pública.

El problema de la deuda pública estadounidense no es nuevo. Desde los años sesenta del siglo pasado con la guerra de Vietnam, el endeudamiento no ha parado de crecer y, a pesar de los intentos de controlarlos, e incluso de los compromisos de reducirlo, nunca se ha llevado a la práctica. Pero Estados Unidos emite la divisa que sirve de referencia al resto del mundo y, como decíamos anteriormente, el dólar es la unidad de reserva utilizado por todos los bancos centrales, por ello, y a pesar de que a principios de los 70 se desligara del compromiso de conversión en oro ( patrón oro), sigue gozando de la fiabilidad de los inversores institucionales y soberanos del planeta.

Es cierto que durante un largo periodo de tiempo también se han beneficiado de cifras de crecimiento por encima del 3%, y esto junto con una política monetaria, que ha ido reduciendo los tipos de interés de manera paulatina hasta llegar al actual tipo cero, convertido en llevadero el peso de la inmensa deuda de este país. 

Pero la nueva estructura de la economía global, en la que aparecen nuevos actores como los grandes países emergentes y China, han hecho que las cifras de crecimiento sean más moderada y que los antiguos niveles, por encima del 3%, sean más difíciles de conseguir a pesar de los esfuerzos de la Reserva Federal que, por su lado, tampoco tiene recorrido para seguir recortando tipos de interés, más bien todo lo contrario, ya que en breve se verá abocado a retirar los estímulos del sistema.

Es, por todo ello, incomprensible la actitud temeraria de los políticos norteamericanos, que han puesto, y siguen poniendo, al borde del precipicio, no solo la economía de su país, sino la del resto del mundo. La única alternativa actual al sistema financiero y económico basado en el dólar es el caos.

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