Política fiscal

Los presupuestos se vuelven neutrales, esperando el beneficio cíclico de la mejora económica. La deuda pública, mientras, sigue alcanzando nuevos máximos entre la mayoría de los países desarrollados.

Entre la austeridad fiscal y el crecimiento. ¿Recuerdan este debate? Ha sido recurrente en los últimos años de crisis. Pero, ahora, bajo las perspectivas de recuperación económica, pasa a segundo plano. Los presupuestos se vuelven neutrales, esperando el beneficio cíclico de la mejora económica. La deuda pública, mientras, sigue alcanzando nuevos máximos entre la mayoría de los países desarrollados. ¿Cómo recuperar un nivel sostenible para la deuda publica más allá de una recuperación cíclica y temporal?

La "solución" la ha ofrecido en varias ocasiones el FMI: enfocarse a corto plazo en el crecimiento, dotando de mayor flexibilidad el cumplimiento de los objetivos de déficit; a medio plazo, establecer una estrategia de ajuste fiscal que reduzca las incertidumbres sobre la credibilidad de las metas fiscales y sobre las propias perspectivas de crecimiento. Esta diferente prioridad de objetivos, según plazo, está, en buena parte, de la reciente crisis política en Estados Unidos. Y, sin duda, puede ser la clave para entender la lentitud en los avances en la zona Euro hacia la integración fiscal.

Es difícil obtener conclusiones en el caso de Japón. La cuestión de fondo, de cualquier forma, es evidente: ¿la austeridad debe pasar a segundo plano ahora en un contexto de mejora de las perspectivas económicas? Si me responden que sí, entenderán entonces la inquietud de algunos consejeros de los bancos centrales sobre las potenciales consecuencias negativas de que los mercados hayan dejado de lado su disciplina. Su "éxito", a corto plazo, se habría convertido en fracaso a medio y largo.

Hace unas semanas, el FMI publicaba una nota de análisis donde trataba de cuantificar el impacto positivo, a corto plazo, de las reformas estructurales como antídoto del impacto negativo de la austeridad fiscal. Flexibilidad y mayor potencial de crecimiento, frente a los ajustes fiscales que dañan el producto. Por de pronto, estimaba el esfuerzo de austeridad (ajustes estructurales en el presupuesto) entre 2013/2018 para alcanzar la deseada sostenibilidad de las cuentas públicas. Ceteris paribus las fijaba en 4 puntos del PIB para los países periféricos y la mitad para los core de la zona Euro. Naturalmente, su impacto final en el producto dependería del tipo de medidas tomadas: desde las más suaves, con ajustes en transferencias, hasta recortes de gastos/subidas de impuestos, que podrían drenar el PIB incluso por debajo de niveles de partida en 2018. ¿Qué reformas estructurales serían necesarias para compensar este coste?

El FMI no las especifica de entrada. Pero sí estima su impacto: en el caso de los países core, el producto podría superar en más de 1.2 puntos el del inicio en 2018. Y estaría entre 3/5 puntos por encima en los siguientes 10 años. Pero, en los países periféricos, su efecto en los primeros años sería limitado, aunque lo compensaría con creces en la siguiente década: el producto crecería entre 4.5/11 puntos en diez años, a partir de 2018. Lamentablemente, los beneficios de estas medidas no serían observados por las autoridades que las implementan.

En un contexto de debilidad política esto ya, de entrada, supone un importante hándicap para implementar estas reformas que, probablemente, no serán entendidas e, incluso, podrían tener un cierto coste social a corto plazo, a sumar al ya generado por la propia crisis. Por cierto, más adelante hace una pequeña descripción de las reformas, partiendo de la más relevante: la del mercado de trabajo.

En portada

Noticias de